Wednesday, August 29, 2012

El día que conocí a la chica que me preguntò ¿qué chingados has hecho de tu vida? Parte I

“Todo saldrà mal haga lo que haga…
Dios, la verdad me vale madres…
La vida nunca ha sido la gran cosa…
Tarde o temprano las cosas que te importan las perderàs…
¿Què sentido tiene?”

La escuàlida chica de larga cabellera rubia disparaba estas frases en el escenario, habìa uno o dos guitarristas que fumaban-bebìan-tocaban intercaladamente, un bajista en las sombras y un baterista que imitaba a Richie Ramone, la canciòn era una mierda digna del lugar aquel, me resultaba repugnante el sitio, pero tenìan buena cerveza.

Supongo que el negocio iba mal y que estaban implementando nuevas estrategias para atraer a la gente, ya que nunca habìa visto tocar ahì a una banda. La rockola, por llamarla de alguna forma, ya que “tropico-norteña-banda-salsa-cumbia-mierdasonoracola” le vendrìa mejor, era lo ùnico que tenìan aquellos bebedores que no soportan beber en silencio, me daba igual, hasta entonces.

Comenzaba a extrañarla un poco en medio de aquella presentaciòn. Pensè que era un pendejo por preferir escuchar cualquier canciòn clichè de peda que a una banda de rock en vivo, pero es que las bandas de hoy, ¡Dios mìo!. Muy a pesar de todas las descalificaciones que ametrallaba contra ellos mi cerebro, despuès de dos rolas me encontraba miràndolos y escuchàndolos, no sòlo eso, creo que estaba atento a las frases que, con una mezcla de inocencia y perversiòn, la chica arremetìa contra el indiferente pùblico.

Cuando notè mi interès sonreì y me burlè de mi mismo, pues me di cuenta de que relacionè una de sus frases con la filosofìa de Schopenhauer, reduciendo su concepto de voluntad a un proceso puberto de desconcierto pacheco. Decidì beber màs y dejar mis aires intelectuales soberbios para despuès. “En un cafè de aquellos parisinos no serìas nadie”, me dije.

Pensè que quizà me rodeaba de borrachos desconocidos de media clase para sentirme superior de alguna manera, que en ese momento no supe dilucidar.

La barra de este bar era preciosa, la madera con esos acabados tan delicados, el tono ùnico lleno de claroscuros cafès, el rechinar al servir los tragos, al acercarse al mesero, al recargarse o al dormir cuando las copas han sido demasiadas. Un carpintero dirìa que es una basura, pero ante mì resultaba una pieza ùnica invaluable y entrañable. “Ni siquiera de un àrbol te expresas asì”, fue lo que dijo aquella chica que estùpidamente invitè a venir hace algunos meses. Pero ¿què puedes esperar de una oficinista en traje sastre y tacones inquisitivos?.

La noche se hizo lenta entre toda esta mezcla de pendejadas que pensaba, creo que es hora de contar lo que sucediò despuès y dejar un poco de lado el besarle el trasero a este lugar que no sè ni por què realmente me gusta.

No sè si era el tercer o cuarto tarro de cerveza, aunque pensàndolo bien quizà fue el quinto, ya que nunca meo antes de la quinta cerveza y precisamente me dirigìa al mingitorio.

Estaba en la quinta cerveza pues, esa, la que bifurca tus planes iniciales de volver temprano a casa y no emborracharte, con los de vaciarle la cartera al cantinero y beber hasta que te lo nieguen. Basta decir que vino la sexta, la banda habìa dejado el escenario y la gente disponìa de su morralla para introducirla en aquella alcancía gigante, luminosa y ruidosa.

Pensè que con un poco de suerte podrìa observar a la distancia a alguna de esas chicas contonear sus caderas girando alrededor de un hombre màs afortunado que yo, y no es que deseara bailar, pero es que ni el màs sociòpata dejarìa de agredecer unas caderas girando alrededor suyo.

Me concentraba en enfocar mi astigmatismo hacia la pista de baile (antes escenario de rock and roll!!!!), quizà aùn no llegaba a la tercera cerveza ninguno de los presentes, ya que la pista estaba vacìa, y es que asì como yo no me permito mear antes de la quinta, ellos no se permiten bailar antes de la tercera.

Volvì mi mirada hacia la barra, prenderè un cigarrilo al menos, pensè, cuando estaba entre mis labios aquel tabaco rebusquè en los bolsillos de un viejo saco de pana cafè mi mechero (pensè que era un mamòn por decirle mechero) pero no lo hallè, primero vino un boleto del metro, que me recordaba que antes de las 12 debìa partir y que no tenìa auto, un pedazo de papel higiènico, herencia de mi madre, (no es que me haya dejado rollos de papel de herencia, me dejò la costumbre de siempre traer un trozo en los bolsillos. “Nunca sabes cuàndo lo vas a usar”, solìa decir) y un ipod descargado, pero del mechero ni sus luces aunque suene irònico.

La flama naciò ante mis ojos con una velocidad que gritaba “!!fuma!!”, nunca fui tan observador en dos segundos, ya que notè que las uñas negras de aquellos dedos que sostenìan el mechero, y la tersa piel blanca de las manos portadoras de dichos dedos con uñas negras que prendieron la llamarada, no eran, sin lugar a dudas, del cantinero.

Le agradecì el gesto, era una chica hermosa y jovial, vestìa mayormente de negro, su cabello era largo y sin ondulaciones, el rímel en sus ojos era exagerado y de tonos oscuros azules, grises y negros, el arillo en sus labios brillaba cada que hablaba y me deslumbraba un poco, – por nada-, dijo, con la misma voz que escupiò toda aquella rabia en el escenario, hasta entonces notè que se trataba de nuestra Paty Smith del dìa.

Suerte que notè que era ella antes de decir algo malo en contra de su música, aunque era guapa y yo estaba ebrio resolví tampoco decir que su música era excepcional, tengo cierta ética de borracho.

Aunque pensándolo bien, no tuve que pensar mucho què decirle o què no decirle, ella fue la que comenzó a hablar, pensé que era por la adrenalina de bajar recientemente del escenario, no es que un bonche de gente que te ignora y desinteresada del rock te provoque mucha emoción, pero el rock es el rock, supuse que estaba bebiendo su primera cerveza de la noche y que necesitaba lo que cualquier intérprete rockero después de un concierto necesita; ser alabado.

Era una pena que estuviera a mi lado, si eso es lo que buscaba, ya que un àngel de esa naturaleza merece por lo menos alguien que se desviva en hacerle notar lo grandiosa que es, ya no su música si no su actitud, su incipiente estado de cuestionamiento por la vida y sì claro, su anatomía esculpida por el rock, la cerveza y el tabaco, supuse que hace 10 años estaría moviendo los siete mares, bajando las constelaciones y recitando imposibles con tal de conquistarla…

to be continued

-AndracA-